Creo que ya comenté hace unos meses que me estaba leyendo el libro “Las trampas del deseo” de Dan Ariely. Son esas perlas que uno descubre viendo Redes y no sé muy bien por qué lo había dejado aparcado por otras lecturas.
Uno de los capítulos titulado “El coste de las normas sociales” (con el subtítulo “por qué nos gusta hacer cosas, pero no cuando nos pagan por ello”) he encontrado respuestas a una situación personal que no acababa de entender...o mejor dicho...no acababa de encontrar una explicación (ya sabéis...soy de ciencias).
Dan Ariely nos plantea varias situaciones a modo de ejemplo para comprender por qué cuando las normas sociales chocan con las normas mercantiles aparecen los problemas. Si uno va a cenar a casa de la suegra y tras disfrutar de la comida, el vino y el postre, saca la cartera y le dice...”estaba todo buenísimo...¿qué te debo?, con 200 € será suficiente??. Se trataría de una situación cuando menos embarazosa.
O el sexo, que se puede obtener a través de las relaciones sociales (gratis) y otro mercantil donde se obtiene pagando. Uno no espera que su pareja le cobre y tampoco espera de una prostituta la promesa de amor eterno.
Vivimos simultáneamente en dos mundos distintos, uno en el que prevalece las normas sociales y otro donde las normas mercantiles marcan la pauta.
Las normas sociales incluyen peticiones amistosas que las personas se hacen unas a otras, están incorporadas a nuestra naturaleza social. Son normalmente cálidas y difusas y no requieren compensaciones inmediatas.
Las normas mercantiles, por el contrario, no son cálidas ni difusas, los intercambios están perfectamente definidos (alquiler, salario, precio, etc). No son relaciones necesariamente malas, pero implican beneficios comparables y pagos inmediatos. Vamos, que uno obtiene lo que paga. Así funciona.
Vamos, que cuando tenemos claro y mantenemos separadas las normas sociales de las mercantiles todo funciona correctamente y no como en el caso de la cena con la suegra.
En uno de los experimentos que hizo el autor formó tres grupos de estudiantes. Al primer grupo se le pidió que hiciera una serie de actividades a cambio de dinero. El segundo grupo tenía encomendada la misma actividad, pero a cambio de menos dinero y el tercer grupo, se le pedía la misma actividad como un favor, se presentó como una petición “social”.
Cuando vieron los resultados, el primer grupo tuvo mejores resultados que el segundo (como es lógico, basándose en las normas mercantiles, el grupo que más dinero recibió, más motivado y esfuerzo puso en la tarea), pero sorprendentemente o no, el tercer grupo obtuvo mejor resultado que incluso el primero. Esto al final demuestra, que las normas sociales son incluso más poderosas que el dinero.
El capítulo tiene muchos más experimentos, pero al final demuestran lo mismo. En las relaciones laborales, está más que demostrado que la gente, obviamente, trabaja por dinero, pero las normas sociales influyen de manera poderosísima en la motivación, la lealtad, la creatividad, el compromiso, la ayuda mutua, etc.
Y allí estaba yo, leyéndolo y pensando en mi situación. ¿cómo era posible que una persona que nunca había pensado en su organización sólo en términos “mercantiles” lo hiciera ahora? ¿Qué había cambiado?. Simple. Las relaciones es cosa de 2 o más. Si la otra parte quiere o necesita que esa relación sea estrictamente mercantil, a partir de ese momento, todas las normas sociales desaparecen y entonces, se mueve por dichas reglas. Ya no son difusas ni cálidas, y los intercambios están perfectamente claros. Uno obtiene lo que paga. Así de simple y....a veces.... así de triste o no.
4 comentarios:
Vaya, interesante reflexión.
Espero y sinceramente estoy convencido de que, como comentas con los experimentos,ese cambio unidireccional suponga unos resultados peores que el modelo preexistente.
Bueno...los resultados se medirán en función de los objetivos. Éstos han cambiado por lo que sería muy difícil establecer una comparación (¿mejor, peor?). Desde la óptica de los Recursos Humanos, que era mi campo, los resultados ya son peores (incremento galopante de la rotación, desbandada generalizada de la gente con mayor experiencia, y por tanto conocimiento y saber hacer, conflictos laborales constantes, demandas, etc...). En fin. Respecto a los usuarios, no sé si están entres sus prioridades...por lo que será una cuestión que ni se mida ni preocupe. Pero, yo estoy segura que fallando la gestión de las personas y sin preocuparte de tus "clientes", pues como comprenderás, ninguna organización sobrevive mucho más tiempo del que le permita el impulso del trabajo del pasado o de una muy buena venta de moto. Es sólo cuestión de tiempo. Lo veremos y aunque suene extraño, a mi me dará cierta tristeza.
no suena raro... a mi me da una inmensa tristeza
suele suceder cuando te enamoras de lo que haces y el romance se acaba
Hay un dicho gallego que dice...no hay que lamentarse por un "xa foi". Vamos algo así como..lamentarse por algo que ya pasó o por algo que no hicimos. Cuanto tiempo dedicado a pensar en lo que hemos dejado atrás o hemos perdido!!!! No merece la pena, así no se avanza.
A mi me cuesta un poco llegar a ver cuando algo definitivamente se ha acabado, cuando ya no se puede hacer nada. Pero una vez que lo tengo claro, se cierra la puerta y ..."nunca mais".
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