06 marzo 2009

Ya eres una jubileta!

Con 13 años salió de su aldea lucense. Eran muchos hermanos y la verdad, la tierra no daba para alimentar a todos. Unos marcharon a Madrid y otros a Venezuela. Era el tiempo donde la inmigración era una alternativa más.

Pasó por Madrid, y años más tarde conoció a su marido.

Tras él probar suerte, lo siguió en la aventura alemana. Aunque era peluquera de profesión, allí trabajó en distintas fábricas junto a pocas alemanas y muchas italianas, turcas y españolas. Allí fue inmigrante irregular y fue “invitada a marcharse”, aunque más tarde volvió ya con los papeles en regla.

Allí crió los primeros años a su primer hijo, ella y su marido, cada uno con un turno lo hacía posible, apenas podían verse, pues el fin de semana habitualmente se hacían horas extras para sacar algo más de dinero.

Allí, lejos de su tierra, aprendiendo un idioma que la separaba irremediablemente de los que la rodeaban y donde no eran más que unos trabajadores extranjeros que acabarían marchándose.

Y así fue, pasados algunos años, regresó a España y volver a empezar. Crear un hogar, un lugar donde tener a su segunda hija.

Ahora acaba de cumplir 65 y se jubila. Tiempo para disfrutar más si cabe de su vida, de su marido, de sus hijos y de su nieta. Tiempo y ganas de viajar, de conocer, de aprender, de leer, de nadar, de ayudar y por supuesto, de descansar. Ya toca.

Te quiero vieja. Ya eres una jubileta!!!!

05 marzo 2009

Y yo...qué he hecho para evitarlo?

Leyendo el libro de José Antonio Marina “La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación” hay un capítulo que se centra en la figura del dominado, porque claro, no hay poder, si no existe el sujeto que lo soporta, si no hay alguien que “obedece”.

Y como explica muy bien en este capítulo “cada modo de ejercer el poder, determina un modo de sometimiento y viceversa. El sujeto subordinado puede acabar imponiendo una nueva forma de ejercer el poder”. Se me ocurren un montón de ejemplos. No es necesario que pensemos en el poder político, cada uno puede pensar en sus relaciones familiares, profesionales, de pareja, con amigos...en todas se manifiestan formas de poder y subordinación.

Pero, el hombre, como animal grupal, es jerárquico y acepta con facilidad seguir al jefe de la manada, pero también es rebelde y ansía la emancipación, la autonomía. Esta dualidad es la que hace que nada sea previsible, o por lo menos, no del todo.

Me ha gustado, y quiero compartirlo, la “clasificación” que hace de las distintas formas de actuar ante el poder, bien de subordinación, bien de insumisión.

Someterse es un acto físico, que no implica ni aceptación ni obediencia, uno puede someterse a la fuerza, proclamando a la vez su indignación o protesta. La docilidad en cambio, supone una ausencia de resistencia a las órdenes, una obediencia fácil, una flexibilidad acomodaticia. Por su parte, la sumisión añade un grado de intensidad a la obediencia. Es total e incapaz de imaginar una alternativa. La dependencia puede ser de varios tipos: afectiva, económica, laboral, química, política. El sometido no sólo puede acatar las decisiones del poder, sino colaborar con él. El término colaboracionista, que se empleó mucho en la Francia de la postguerra... Los silencios cautelosos, las claudicaciones cínicas o escépticas o simplemente cómodas, nos enredan a todos en una complicidad maligna o boba. El lenguaje, con su gran sabiduría, distingue entre “colaborador” y “colaboracionista”. Ambos trabajan con otros para conseguir una meta común, pero el colaboracionista lo hace con quien no debe(....). La identificación se da cuando el sometido asimila completamente las propuestas del dominador”(...)



(...) “el poder no siempre produce figuras de sumisión, sino también sujetos insumisos o rebeldes.....La resistencia es la primera de ellas, donde hay poder, siempre habrá resistencia. Poder y resistencia se articulan en la misma lucha, se apoyan entre sí. La rebeldía da un paso más, y no se limita a dificultar la marcha de poder, sino que se enfrenta a ella.”


En fin, qué bonitos y jodidos matices.

No sé si todo el mundo, ante una situación que considera injusta, más allá de buscar culpables, responsables y soltar de todo por su boca, se pregunta...y yo..qué he hecho para evitarlo?? O quizá...¿en qué he sido cómplice? ¿Quizá mi silencio? ¿Quizá mirar hacia otro lado?.

Ya lo dijo Edmund Burke: “Para que triunfe el mal sólo hace falta que los hombres de bien no hagan nada”. Que se lo digan a los alemanes.

Quizá es que estoy un poco harta de que todo el mundo mire hacia el mismo lado y se mire muy poco el ombligo para hacer autocrítica.