13 enero 2009

Regrese o no...



En todas las facetas de la vida, la personal, familiar, profesional, estamos rodeados de personas y acontecimientos que hacen que nuestra vida, tal y como la tenemos ahora, cambie, se transforme.

A veces esos cambios no se producen por nosotros o hacia nosotros, simplemente las circunstancias cambian y uno tiene que adaptarse. Si mis padres deciden irse a vivir a la playa, yo tendré que aceptar su decisión y adaptarme al cambio (viajar más, modificar mi forma de relacionarme con ellos, asumir que no tendré operación tupper los domingos o quizá mi reacción sea, pues ahí se quedan, se marchan, me abandonan, no quiero saber nada de ellos o quizá, si les respeto poco o no soy capaz de aceptar que se ha producido un cambio, quizá intente que cambien de opinión).

Quizá el ejemplo sea absurdo o simple, pero muchas veces, nuestra mirada influye a la hora de abordar el problema. Una decisión que otros tomaron para mejorar su vida, a mi me influye y me afecta, depende de mi, mirarla y analizarla de una manera u otra y por tanto actuar en consecuencia.

También sucede algo parecido en las organizaciones. Muchos cambios es producen porque los que toman las decisiones consideran que es lo mejor (motivaciones pueden ser varias, porque es lo mejor para la organización, porque es lo mejor para mantener el status quo, porque es lo mejor para renovar el equipo, porque es lo mejor para acallar las críticas...en fin). Uno puede tomarse las decisiones como quiera, pero en definitiva, hay que asumirlas y adaptarse al cambio, actuar y asumir las consecuencias.

Cuando decidí coger un tiempo de excedencia en el lugar que trabajaba, fue principalmente porque me sentí sin fuerzas para adaptarme al cambio. Más allá de compartirlo o no, de consideraciones sobre si se equivocaban o no, no tenía fuerzas para adaptarme a otro cambio. Venía de un proceso de aclimatación largo, duro y complejo a nivel personal y no me sentí con fuerzas suficientes. Por eso, decidí alejarme, descansar y tomar distancia.

Las cosas han cambiado allí dentro y posiblemente no se parezca en nada a la organización de la que me enamoré, de aquél lugar donde había escasez de dinero, pero lo suplíamos con mucha creatividad, humor, trabajo, esfuerzo y talento. Quizá no se parezca en nada? Seguro. Pero, una vez asumido eso, una vez que uno se ha dado cuenta que el cambio se ha producido, que lo que fue, no volverá, no hay pena, ni desilusión, ni enfado, ni rabia, ni desencuentro. Sólo queda el recuerdo. Por eso, ahora, es mucho más fácil la decisión. Regrese o no, sé que aquello se ha muerto. Regrese o no, sé que lo haré a un lugar completamente diferente, preparada para empezar de cero. Regrese o no.

3 comentarios:

Carlosgus dijo...

El otro día encontré en el armario una chaqueta que hace unos años me encantaba. La llevaba siempre puesta, era mi favorita. Además era la que más me resguardaba del frío.

Sin embargo, tuve que dejar de ponermela porque me empezó a provocar una especie de reacción alérgica, me salía un sarpullido que hacía que estuviera siempre rascándome y de muy mal humor.

Han pasado unos años y ya no recordaba muy bien dónde estaba y porqué dejé de usarla.

Pero ahora que me la encuentro de nuevo, escondida en el armario, con el frío que está haciendo, estoy planteandome volver a ponérmela, aunque para mi gusto está un poco desfasada.

Lo mismo se me ha curado la alergia.

Raquel dijo...

Seguro que está desfasada, seguro que ya no te sientes igual de bien con ella y estoy segura, conociéndote, que sigues teniéndole alergia. Otra cosa es que haga frio, eso no te lo niego.

Carlosgus dijo...

Eso trataba de contarte, que la alergia que un día surgió, seguirá ahí. A pesar del tiempo que lleves sin ponerte la chaqueta.

La alergia surge de un desencuentro y no se puede empezar de cero con algo que aunque adoraste un día tuviste que apartar por convertirse en ajeno o alérgico a tí.