26 noviembre 2007

Decir adiós


Nos cuesta infinito despedirnos, decir adiós, reconocer que las situaciones, las relaciones han cambiado y volvemos al pasado una y otra vez, atrapados, buscando lo que nos hacía felices, sin darnos cuenta que ya ninguno somos los mismos.

Y decir adiós supone cerrar una puerta para poder dejar huecos a lo nuevo, a las nuevas personas, a las nuevas situaciones, a los nuevos proyectos o incluso a la nueva soledad. Sabiendo que es doloroso, pero que es la única manera de seguir avanzando.

Nos cuesta infinito perder lo que tuvimos, colocarnos en la nueva situación.

La necesidad de afecto, de cariño, de caricias, de comprensión es tanta que creemos que podemos encontrarla en lo que ya se acabó, en lugar de ser capaces de abrir nuestro corazón a nuevos proyectos, nuevos cuerpos y almas con los que fundirnos y confundirnos.

Hoy, sé que tengo que decir adiós a un proyecto en el que llevo más de 10 años, casi un tercio de mi vida.
Diez años llenos de emociones, de aprendizajes, lleno de sabores dulces y amargos, lleno de pasiones. Un proyecto que, durante un tiempo, confundí con mi vida y con mi identidad y debo, ahora, redefinirme, resituarme y ser valiente. Ser valiente porque tengo miedo al vacío, a lo desconocido, a estar siendo demasiado exigente con la vida, a estar pidiendo demasiado y no ser capaz de estar a la altura de mis propios y todavía desconocidos sueños.

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