Resulta difícil explicar por qué ahora, qué es lo que ha cambiado. Pero quizá ha sido que no cambiaba nada y como dice una canción de Chambao...en el cambio está la evolución.
Sabía que algo tenía que hacer, que la única manera de que cambien las cosas es dejar de hacer lo mismo. No lograba la fortaleza, me podía la comodidad o el miedo...pero se ha acabado. Ha llegado el momento.
Sin pena, sin acritud, dejo un proyecto que ha supuesto mucho en mi vida, un proyecto donde he dejado muchas energías y donde he aprendido casi todo lo que sé. Un proyecto donde he encontrado personas maravillosas, un proyecto que me enamoró pero al que ahora solo le tengo cariño. Un proyecto estupendo, pero que ya no es mi proyecto.
A lo largo de mi vida se supone que he tomado decisiones importantes, pero nunca lo he vivido así, todo ha sucedido de manera natural, o al menos así lo recuerdo yo, no recuerdo ninguna decisión que me haya supuesto dejar algo tan importante y elegir una incógnita absoluta.
Y por primera vez en mucho tiempo tomo las riendas de mi vida, dejo de quejarme y...actúo, decido, opto, elijo, me arriesgo y asumo las consecuencias. El miedo ha dejado paso a la sorpresa, a los nervios, al vértigo, a la ilusión. La mochila se queda sin piedras, el vaso definitivamente vacío.
Buscando mi sitio, en mi vida y en la de los demás. Y poco a poco encuentro (y desencuentro). Y, aunque duela, es estupendo, porque solo así crezco, solo así me redefino, sólo así evoluciono, sólo así siento y sólo así sabré, cuando llegue, cual es el siguiente paso.
Creo que nunca lograré averiguar qué es lo que quiero ser de mayor, pero cada día tengo más claro que no es lo importante, ya no me preocupa el futuro. Lo importante es todo lo que hago y disfruto mientras sigo buscando. Me dedico a alimentar esta sed perpetua que tengo, esa sed que hace que me interese lo mismo la fotografía, la política, viajar, leer, ir a un concierto, disfrutar de una reunión de amigos o en soledad, escribir cada noche las dudas y las certezas que me bullen en la cabeza.
Esta sed perpetua que me provoca ganas, ilusión, y la fortaleza profunda para no rendirme, para no plegarme, para luchar por lo que creo. Esta sed perpetua hace que siga buscando y encontrando.
Sabía que algo tenía que hacer, que la única manera de que cambien las cosas es dejar de hacer lo mismo. No lograba la fortaleza, me podía la comodidad o el miedo...pero se ha acabado. Ha llegado el momento.
Sin pena, sin acritud, dejo un proyecto que ha supuesto mucho en mi vida, un proyecto donde he dejado muchas energías y donde he aprendido casi todo lo que sé. Un proyecto donde he encontrado personas maravillosas, un proyecto que me enamoró pero al que ahora solo le tengo cariño. Un proyecto estupendo, pero que ya no es mi proyecto.
A lo largo de mi vida se supone que he tomado decisiones importantes, pero nunca lo he vivido así, todo ha sucedido de manera natural, o al menos así lo recuerdo yo, no recuerdo ninguna decisión que me haya supuesto dejar algo tan importante y elegir una incógnita absoluta.
Y por primera vez en mucho tiempo tomo las riendas de mi vida, dejo de quejarme y...actúo, decido, opto, elijo, me arriesgo y asumo las consecuencias. El miedo ha dejado paso a la sorpresa, a los nervios, al vértigo, a la ilusión. La mochila se queda sin piedras, el vaso definitivamente vacío.
Buscando mi sitio, en mi vida y en la de los demás. Y poco a poco encuentro (y desencuentro). Y, aunque duela, es estupendo, porque solo así crezco, solo así me redefino, sólo así evoluciono, sólo así siento y sólo así sabré, cuando llegue, cual es el siguiente paso.
Creo que nunca lograré averiguar qué es lo que quiero ser de mayor, pero cada día tengo más claro que no es lo importante, ya no me preocupa el futuro. Lo importante es todo lo que hago y disfruto mientras sigo buscando. Me dedico a alimentar esta sed perpetua que tengo, esa sed que hace que me interese lo mismo la fotografía, la política, viajar, leer, ir a un concierto, disfrutar de una reunión de amigos o en soledad, escribir cada noche las dudas y las certezas que me bullen en la cabeza.
Esta sed perpetua que me provoca ganas, ilusión, y la fortaleza profunda para no rendirme, para no plegarme, para luchar por lo que creo. Esta sed perpetua hace que siga buscando y encontrando.